Horizontes de pensamiento y diseño de productos

Jorge Fuente
4 min readDec 5, 2019
Galileo Galilei (1564–1642)

Los horizontes de pensamiento

Imagina que tu mente es un punto. Está situado en un plano inmenso, sobre el cual están representadas todas las ideas que puedas imaginar. Y este punto, lo que estás pensando ahora mismo, puede desplazarse de un lugar a otro con total libertad, posándose en cualquiera de estos conceptos.

Pero claro, este plano inmenso tiene sus limitaciones. Pongamos un ejemplo. Un campesino del primer Renacimiento no podía pensar que la Tierra girase alrededor del Sol. Todas las evidencias de la cultura a la que tenía acceso, todas las explicaciones que le habían dado a lo largo de su vida acerca de cómo funcionaba el mundo, hacían que tal pensamiento fuese imposible. Podemos trazar entonces un límite a este plano de conceptos, construido con la suma de todo el conocimiento generado por la humanidad en un momento determinado. Es lo que se conoce como horizonte de pensamiento histórico.

Pero una persona individual tan solo posee una pequeña fracción de todo ese conocimiento. Cada uno de nosotros posee sus propios límites, basados en todo aquello que ha visto, oído o experimentado y que conforman su propio campo, inscrito dentro de este gran marco. Esta área constituye el horizonte de pensamiento personal de cada persona.

Así pues, por poner un ejemplo, aunque actualmente exista un conocimiento determinado sobre nanotecnología, una persona sin base en la materia no podrá generar pensamientos sobre la misma.

Innovación y expansión de horizontes

¿Cuándo se produce una innovación, un nuevo descubrimiento? Cuando una persona amplia su campo de conocimiento más allá de lo límites definidos por su horizonte histórico. Estos avances normalmente son pequeños pasos, que van sucediéndose uno tras otro en una dirección determinada. Pero, evidentemente, una persona tendrá más posibilidades de generar una innovación cuando su propia área de pensamiento se encuentre cerca de los límites del horizonte histórico sobre esa materia. Volvamos al ejemplo del campesino y comparemos su área de pensamiento sobre astronomía con la de Galileo Galilei.

Como podemos observar, los conocimientos sobre astronomía de Galileo eran muy avanzados para su época, lo que le permitió dar un paso más allá y generar un cambio en el paradigma de su tiempo. Para su coetáneo campesino semejante avance hubiese sido, simplemente, inconcebible.

Sin embargo, cuando estamos creando un producto para consumo la pura innovación no es suficiente. Recordemos lo que le ocurrió al pobre Galileo: sus ideas eran tan revolucionarias que la sociedad de su tiempo no podía aceptarlas y le condenaron a muerte. Pero… ¿Por qué la nueva idea despertó reacciones adversas? La respuesta se encuentra en el interior de nuestro cerebro.

Esquemas cognitivos

Hasta ahora hemos examinado el contexto en el cual se mueve nuestro pensamiento. Pasemos ahora a tratar cómo funciona internamente.

Uno de los mecanismos fundamentales que emplea la mente para interpretar el mundo es el de los esquemas cognitivos. En pocas palabras, se trata de sistemas de relaciones entre conceptos, que hacen que haya una mayor probabilidad de pasar de ciertas ideas a otras.

Estos esquemas de pensamiento nos permiten interpretar de una forma mucho más rápida y eficiente el mundo, ya que nos ahorran el tener que procesar y juzgar cada nueva experiencia. Pero esta fantástica herramienta tiene un inconveniente, y es que hace que nuestro pensamiento sea rígido y no acepte determinados cambios en su organización.

De hecho, es frecuente que al enfrentarse a un conocimiento novedoso se produzca una disonancia cognitiva. Este fenómeno consiste en un profundo malestar que surge cuando un individuo debe sostener dos informaciones que son contradictorias entre sí. Esto ocurre tanto individualmente como de forma colectiva. Cuando una sociedad comparte una determinada visión del mundo, tiende a presentarse una recurrencia en los esquemas cognitivos. Recordemos nuevamente cuál fue la reacción de sus coetáneos cuando Galileo demostró que la Tierra giraba alrededor del Sol.

Y es que una innovación es valiosa como producto cuando, ampliando el horizonte de pensamiento de su tiempo -es decir, es novedosa-, se encuentra cercana a los límites de pensamiento individuales de un segmento significativo de la población. En estas circunstancias la nueva idea no generará disonancias, sino que será fácilmente aceptada. Y podrá tener éxito como producto.

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